por: Laura Arroyo Gárate
Como hemos podido leer en otros textos presentados en este espacio, el aspecto variacional de la lengua resulta sin duda importante a la hora de entablar relaciones entre los hablantes. Del mismo modo, este aspecto resulta ilustrativo respecto de las motivaciones que subyacen a las concepciones de “correcto” o “incorrecto” uso de la lengua de que se trate.
Hemos leído acerca de variación geográfica y variación social, y ya con ello podemos notar que el asunto de las variedades de la lengua pasa por muchas más variables que las que parecen evidentes u obvias. En ese sentido, también comprendemos que el asunto del lenguaje en general resulta complejo, pero para presentar el panorama de la manera más completa posible hace falta considerar otro tipo de variación: variación situacional.
El nombre ayuda a comprender qué variables constituyen esta variación: las situaciones. La pregunta ahora podría ser ¿a qué situaciones nos referimos? Y con riesgo de sonar exagerados habría que responder que a todas.
Cuando uno conversa con tal o cual persona adopta ciertas formas que considera adecuadas en el trato. Ello no ocurre de manera voluntaria, necesariamente, ya que en ocasiones se eligen determinadas formas como parte de una reacción que puede obedecer tanto a la costumbre como a otras motivaciones.
Ello se ve reflejado también en el lenguaje. Así como ciertas formas son elegidas a la hora de tratar con tal o cual persona, la “variedad situacional” de la que uno hace uso en determinada circunstancia responde a formas en el uso del lenguaje, por decirlo de alguna manera.
Para ponerlo un poco más claro basta enunciar algunos ejemplos. Si estoy caminando por la calle y me encuentro con un amigo de la universidad, la manera en la que hable con él será ciertamente distinta de la que utilizaré si me encuentro con mi potencial suegra. Del mismo modo, si estoy conversando en una reunión de amigos un sábado por la noche, el lenguaje que utilice será uno distinto al que utilizaré si me encontrara, sabrá dios por qué, en una cena con el Presidente de la República. Y toco madera.
Ello nos parece evidente cuando lo pensamos en ejemplos, sin embargo muchas veces no nos damos cuenta de estas diferencias.
Ahora bien, quisiera hacer alusión a un aspecto relacionado. De hecho, podría pensarse que esta variación situacional se circunscribe al ámbito oral. En realidad, habría que preguntarse si no se encuentran estas diferencias en otros terrenos.
Una carta que le envíe al Rector de mi universidad no se encontrará escrita de la misma manera que un correo electrónico que envíe a mis “patas” para ir a “tonear” el jueves. De hecho, no creo que incluya “patas” o “tonear” en una carta dirigida al Rector. Ello, al margen del hecho de que se incluya en textos formales como el mencionado en el ejemplo, algunas frases hechas o tradiciones discursivas que obedecen al estilo del texto en cuestión, como por ejemplo “de mi más alta consideración”, “se despide atentamente”, etc.
Ahora bien, cabe también hacer mención a una cuestión que hemos enunciado en el párrafo anterior: registros. Si seguimos con el ejemplo anterior notaremos que la razón por la cual la carta enviada al Rector y el correo enviado a mis “patas” manejan registros distintos no es solo porque se me ocurre que “suena más bonito”, sino porque obedece a aspectos de formalidad e informalidad.
Los registros de formalidad se alejan de la cercanía con el interlocutor y la interacción con el mismo. Los registros informales, al contrario, son utilizados en contextos en los cuales hay cercanía con quien interactuamos y, por otro lado, la situación de que se trate nos resulta más familiar, además del hecho de que se acercan al terreno de la oralidad, mientras que el registro formal se aleja del mismo.
El caso de los correos electrónicos, por ejemplo, resulta ilustrativo respecto del carácter oral que cobran documentos escritos. Ese es el caso del Messenger o cualquier forma de Chat, en el cual la comunicación se hace vía escrita, pero marcada fuertemente por características orales (coloquialidad, informalidad e incluso utilización de herramientas como los emoticones).
Sin embargo, ello podría tratarse largamente en otro texto. Por lo pronto quedémonos con la idea de “variación situacional” como la forma de uso del lenguaje utilizada en función de la circunstancia en la cual se encuentre el individuo. Ello, como podemos notar, indica la conciencia del hablante en su uso del lenguaje. No se trata de un ser pasivo que actúa según reglas, sino de un ser activo que las utiliza para sus fines.
Hemos leído acerca de variación geográfica y variación social, y ya con ello podemos notar que el asunto de las variedades de la lengua pasa por muchas más variables que las que parecen evidentes u obvias. En ese sentido, también comprendemos que el asunto del lenguaje en general resulta complejo, pero para presentar el panorama de la manera más completa posible hace falta considerar otro tipo de variación: variación situacional.
El nombre ayuda a comprender qué variables constituyen esta variación: las situaciones. La pregunta ahora podría ser ¿a qué situaciones nos referimos? Y con riesgo de sonar exagerados habría que responder que a todas.
Cuando uno conversa con tal o cual persona adopta ciertas formas que considera adecuadas en el trato. Ello no ocurre de manera voluntaria, necesariamente, ya que en ocasiones se eligen determinadas formas como parte de una reacción que puede obedecer tanto a la costumbre como a otras motivaciones.
Ello se ve reflejado también en el lenguaje. Así como ciertas formas son elegidas a la hora de tratar con tal o cual persona, la “variedad situacional” de la que uno hace uso en determinada circunstancia responde a formas en el uso del lenguaje, por decirlo de alguna manera.
Para ponerlo un poco más claro basta enunciar algunos ejemplos. Si estoy caminando por la calle y me encuentro con un amigo de la universidad, la manera en la que hable con él será ciertamente distinta de la que utilizaré si me encuentro con mi potencial suegra. Del mismo modo, si estoy conversando en una reunión de amigos un sábado por la noche, el lenguaje que utilice será uno distinto al que utilizaré si me encontrara, sabrá dios por qué, en una cena con el Presidente de la República. Y toco madera.
Ello nos parece evidente cuando lo pensamos en ejemplos, sin embargo muchas veces no nos damos cuenta de estas diferencias.
Ahora bien, quisiera hacer alusión a un aspecto relacionado. De hecho, podría pensarse que esta variación situacional se circunscribe al ámbito oral. En realidad, habría que preguntarse si no se encuentran estas diferencias en otros terrenos.
Una carta que le envíe al Rector de mi universidad no se encontrará escrita de la misma manera que un correo electrónico que envíe a mis “patas” para ir a “tonear” el jueves. De hecho, no creo que incluya “patas” o “tonear” en una carta dirigida al Rector. Ello, al margen del hecho de que se incluya en textos formales como el mencionado en el ejemplo, algunas frases hechas o tradiciones discursivas que obedecen al estilo del texto en cuestión, como por ejemplo “de mi más alta consideración”, “se despide atentamente”, etc.
Ahora bien, cabe también hacer mención a una cuestión que hemos enunciado en el párrafo anterior: registros. Si seguimos con el ejemplo anterior notaremos que la razón por la cual la carta enviada al Rector y el correo enviado a mis “patas” manejan registros distintos no es solo porque se me ocurre que “suena más bonito”, sino porque obedece a aspectos de formalidad e informalidad.
Los registros de formalidad se alejan de la cercanía con el interlocutor y la interacción con el mismo. Los registros informales, al contrario, son utilizados en contextos en los cuales hay cercanía con quien interactuamos y, por otro lado, la situación de que se trate nos resulta más familiar, además del hecho de que se acercan al terreno de la oralidad, mientras que el registro formal se aleja del mismo.
El caso de los correos electrónicos, por ejemplo, resulta ilustrativo respecto del carácter oral que cobran documentos escritos. Ese es el caso del Messenger o cualquier forma de Chat, en el cual la comunicación se hace vía escrita, pero marcada fuertemente por características orales (coloquialidad, informalidad e incluso utilización de herramientas como los emoticones).
Sin embargo, ello podría tratarse largamente en otro texto. Por lo pronto quedémonos con la idea de “variación situacional” como la forma de uso del lenguaje utilizada en función de la circunstancia en la cual se encuentre el individuo. Ello, como podemos notar, indica la conciencia del hablante en su uso del lenguaje. No se trata de un ser pasivo que actúa según reglas, sino de un ser activo que las utiliza para sus fines.
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