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Por Geraldo Flores Suárez
Por Geraldo Flores Suárez
Resulta
reconfortante que muchas personas se hayan manifestado para apoyar el
Pronunciamiento que publicamos días atrás. Además, es muy grato que se haya
suscitado una discusión que involucra a todos los estudiantes de Lingüística,
los profesionales de la especialidad y a todos los ciudadanos de nuestro país.
Este Pronunciamiento está motivado tanto por los hechos ocurridos el día 6 de setiembre en el pleno del Congreso como por lo manifestado por la Dra. Martha Hildebrandt en los programas La Hora N y Prensa Libre el día 7 de setiembre. En los diversos puntos de esta manifestación hemos intentado responder a las declaraciones cargadas de valoraciones y de prejuicios que tenían las afirmaciones de la Dra. Martha Hildebrandt. Asimismo, es necesario aclarar que nuestra opinión no se parcializa con ninguna de las dos partes involucradas, ya que sería necesario evaluar detalladamente si es factible y viable todo lo que ha sido propuesto por la congresista María Sumire y analizar hasta qué punto puede haber contenido demagógico, o en su defecto idealista, en el planteamiento.
En este pequeño texto, sin embargo, quiero centrarme en el uso que ha hecho la Dra. Hildebrandt de su posición como lingüista e “intelectual”. Por lo que se ha visto en los medios, ella afirma que su condición de “intelectual” le da el derecho de opinar algo sobre un tema sobre el cual las personas que no están “en el mismo nivel” no pueden afirmar nada. El principal problema de un posicionamiento de este tipo es que, en su discurso, está utilizando enunciados que implican “debatir con alguien que esté a su altura”, tal como ella asevera, lo cual la posiciona sobre los demás. Esa actitud no nos conduce a nada porque no soluciona conflictos, sino que los genera, pues surge una dicotomía entre el “intelectual” y el que no lo es. Un comportamiento de este tipo resulta pedante y ciertamente discriminatorio. La labor de los humanistas, entre los que están los lingüistas, debe estar centrada en explicar y enseñar a los demás los porqués de sus actos, de sus creencias, de su desarrollo y, además, debe mostrar a la sociedad cuáles son las formas de pensamiento que están presentes de forma subrepticia en sus ideas y opiniones. Por esta razón, nuestra labor es explicativa y, a la vez, también es pedagógica. No podemos sustraernos de lo segundo. En ese sentido, la postura de la Dra. Hildebrandt no fomenta el aprendizaje ni el diálogo; por el contrario, sus declaraciones, no solo en esta coyuntura, sino por un largo tiempo, han creado la imagen de un lingüista impositivo y que todo lo puede, lo cual no tiene ningún correlato con la realidad, con excepción, claro, de la concepción que probablemente tiene de sí misma la mencionada congresista.
Sobre la base de su conocimiento y de sus prejuicios, la Dra. Hildebrandt ha desestimado una propuesta usando argumentos que mezclan distintos discursos. Se entrecruzan en sus declaraciones datos del tipo científico y opiniones discriminatorias (como la de reducir a la nada a lenguas que tienen un número de hablantes minoritario). Buena parte de la sociedad de nuestro país cree que ella es “nuestra representante máxima” y así lo he podido notar muchas veces cuando alguien me ha preguntado la carrera que seguí. Este es uno de los motivos por los que emitimos el Pronunciamiento, pues queríamos distanciarnos de un discurso que mezcla tantas preconcepciones y que lamentablemente, en alguna medida, nos deja mal parados.
Además, la congresista Hildebrandt no tiene por qué desestimar una opinión tan solo afirmando que es lingüista; tendría que presentar un sustento más adecuado para sus ideas. En un tema tan delicado, se tiene que escuchar las razones y ver si estas se corresponden con una viabilidad y aplicabilidad en el terreno sociolingüístico y político. Si es que, como especialistas, observamos que un objetivo no es viable, nos corresponde explicar y enseñar a los demás el sustento por el cual nos parece que un objetivo puede ser muy idealista y no concretable, no de una manera altanera, sino de una forma pedagógica y explicativa. Sin embargo, esa no ha sido la manera usada por la congresista. Usualmente, ha hecho gala de cierta prepotencia e intolerancia. Justo es decir, entonces, que tanto los lingüistas como todos los humanistas debemos cuidarnos de asumir una actitud que lo único que produzca sea que no seamos escuchados, por el hecho de que nuestra opinión tenga visos de ser la opinión del “intelectual”, y no la del pedagogo o la del profesional comprometido con su sociedad.
Este Pronunciamiento está motivado tanto por los hechos ocurridos el día 6 de setiembre en el pleno del Congreso como por lo manifestado por la Dra. Martha Hildebrandt en los programas La Hora N y Prensa Libre el día 7 de setiembre. En los diversos puntos de esta manifestación hemos intentado responder a las declaraciones cargadas de valoraciones y de prejuicios que tenían las afirmaciones de la Dra. Martha Hildebrandt. Asimismo, es necesario aclarar que nuestra opinión no se parcializa con ninguna de las dos partes involucradas, ya que sería necesario evaluar detalladamente si es factible y viable todo lo que ha sido propuesto por la congresista María Sumire y analizar hasta qué punto puede haber contenido demagógico, o en su defecto idealista, en el planteamiento.
En este pequeño texto, sin embargo, quiero centrarme en el uso que ha hecho la Dra. Hildebrandt de su posición como lingüista e “intelectual”. Por lo que se ha visto en los medios, ella afirma que su condición de “intelectual” le da el derecho de opinar algo sobre un tema sobre el cual las personas que no están “en el mismo nivel” no pueden afirmar nada. El principal problema de un posicionamiento de este tipo es que, en su discurso, está utilizando enunciados que implican “debatir con alguien que esté a su altura”, tal como ella asevera, lo cual la posiciona sobre los demás. Esa actitud no nos conduce a nada porque no soluciona conflictos, sino que los genera, pues surge una dicotomía entre el “intelectual” y el que no lo es. Un comportamiento de este tipo resulta pedante y ciertamente discriminatorio. La labor de los humanistas, entre los que están los lingüistas, debe estar centrada en explicar y enseñar a los demás los porqués de sus actos, de sus creencias, de su desarrollo y, además, debe mostrar a la sociedad cuáles son las formas de pensamiento que están presentes de forma subrepticia en sus ideas y opiniones. Por esta razón, nuestra labor es explicativa y, a la vez, también es pedagógica. No podemos sustraernos de lo segundo. En ese sentido, la postura de la Dra. Hildebrandt no fomenta el aprendizaje ni el diálogo; por el contrario, sus declaraciones, no solo en esta coyuntura, sino por un largo tiempo, han creado la imagen de un lingüista impositivo y que todo lo puede, lo cual no tiene ningún correlato con la realidad, con excepción, claro, de la concepción que probablemente tiene de sí misma la mencionada congresista.
Sobre la base de su conocimiento y de sus prejuicios, la Dra. Hildebrandt ha desestimado una propuesta usando argumentos que mezclan distintos discursos. Se entrecruzan en sus declaraciones datos del tipo científico y opiniones discriminatorias (como la de reducir a la nada a lenguas que tienen un número de hablantes minoritario). Buena parte de la sociedad de nuestro país cree que ella es “nuestra representante máxima” y así lo he podido notar muchas veces cuando alguien me ha preguntado la carrera que seguí. Este es uno de los motivos por los que emitimos el Pronunciamiento, pues queríamos distanciarnos de un discurso que mezcla tantas preconcepciones y que lamentablemente, en alguna medida, nos deja mal parados.
Además, la congresista Hildebrandt no tiene por qué desestimar una opinión tan solo afirmando que es lingüista; tendría que presentar un sustento más adecuado para sus ideas. En un tema tan delicado, se tiene que escuchar las razones y ver si estas se corresponden con una viabilidad y aplicabilidad en el terreno sociolingüístico y político. Si es que, como especialistas, observamos que un objetivo no es viable, nos corresponde explicar y enseñar a los demás el sustento por el cual nos parece que un objetivo puede ser muy idealista y no concretable, no de una manera altanera, sino de una forma pedagógica y explicativa. Sin embargo, esa no ha sido la manera usada por la congresista. Usualmente, ha hecho gala de cierta prepotencia e intolerancia. Justo es decir, entonces, que tanto los lingüistas como todos los humanistas debemos cuidarnos de asumir una actitud que lo único que produzca sea que no seamos escuchados, por el hecho de que nuestra opinión tenga visos de ser la opinión del “intelectual”, y no la del pedagogo o la del profesional comprometido con su sociedad.
5 comentarios:
No es la primera vez que la
Dra. HILDEBRANT destila sus encomios en contra de minorias hablantes, olvidando que la causa de ser minorias proviene de acciones reductistas perpetradas por sus congéneres ascendientes. A su edad poco o nada le importará la pedagogía, menos si ésta se dirige al pueblo, sector que le importa solo en etapas electorales.
Como ciudadano, no tan común ni tan corriente, pretendo recordarle a la congresista fujimorista que el pedestal donde se ubica tambien tiene retornos, son abruptos y causan no escasos dolores.
En efecto, Geraldo, aunque si bien la 'intelectualidad lingüística' se ha convertido en la víctima preferida de M. Hildebrandt, nuestra labor roza, en cierta forma, con la pedagogía. Una pena por Martha: El crimen nunca paga.
Hola,
me parece interesante que señales cuáles son las frases de Hildebrandt y que significan. Para mí también resulta sorprendente que hable de los que están "a su altura" o cosas por el estilo, no es una frase totalmente anticuada y de procedencia telenovelesca? Es verdad, es triste ver que quien se dice lingüista tenga tantos prejuicios encima. Y también, como has mencionado, es triste saber que muchas personas consideran que quienes tenemos algún acercamiento con la Lingüística compartamos las opiniones de la doctora.
Por otro lado, no estoy segura si la labor de un lingüista (no sé si de un humanista) sea, además de intentar explicar y/o plantear hipótesis, enseñar los porqués de los actos de los demás. No suena "medio Hildebrandt" eso? Bueno, es solo mi humilde opinión.
Estimada Claudia:
Quisiera aclarar que cuando me referí a la explicación del mundo que nos rodea, lo hice pensando en las herramientas que podamos ofrecer a la sociedad, que es la que decidirá si las utiliza o prefiere otro tipo de mecanimos. Es necesario recordar que no proponemos teorías absolutas y con la validez de dogmas, sino teorías que pueden permitirnos comprender mejor lo que ocurre y que, obviamente, pueden tener fallas.
Además, me olvidé de aclarar que planteando hipótesis que son probables, nos acercamos a la respuesta del por qué suceden ciertos actos; no imponemos estos intentos de responder, solo los ponemos de relieve para ver si los demás le asignan un campo de aplicación.
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